La Agencia Internacional de la Energía –IEA- publicó hace unos meses su World Energy Outlook 2009, que contiene un agresivo plan de reducción de los gases de efecto invernadero –GHG- para el período 2010-2030. Lo que el plan pretende es conseguir que la concentración de estos gases no suba del equivalente de 450 partes de dióxido de carbono por millón. El efecto que se busca es el de limitar el ascenso de la temperatura de nuestro planeta a no más de 2ºC por encima de la temperatura de la era preindustrial.
Considera el plan que más de la mitad de su éxito se alcanzará con procedimientos de ahorro energético. El resto, con la producción de energías «limpias», que se espera representen aproximadamente el 60% de la generación total (37% renovables, 18% nuclear, 5% convencionales con sistemas de captura y almacenamiento de sus emisiones de carbono). Aunque los gobiernos y muchas empresas, sobre todo las propias productoras de energía, están plenamente ocupados en equiparse frente a lo que sospechan será una creciente presión legislativa (ver iniciativas como los Premios Perseo de Iberdrola) el reto es gigantesco para la sociedad global en su conjunto.
“Si no hiciésemos nada”, la previsión de la IEA es que nuestras emisiones de CO2 crecerían de los 29 Gt -millones de toneladas- actuales a unos 40 Gt en 2030. El “escenario 450” prevé que el incremento previsto para 2020 sea 3,8 Gt menor que la previsión de inacción y de -13,8 Gt para el 2030. Es decir que en ese año, con todas las medidas que se tomen, emitiríamos unos 26 Gt, contra los 29 Gt de hoy (-10%) o los 40 Gt del “no hacer nada” (-30%). De esa reducción la eficiencia energética, el ahorro, será responsable de aproximadamente 2/3 (65% en 2020 y 57% en 2030, para ser exactos).
La Unión Europea ha cogido el testigo e iniciado sus planes, con directivas que van a ir condicionando nuestra vida personal y profesional, con un fin positivo pero que suponen un camino plagado de nuevos elementos a tener en cuenta en nuestras decisiones en lo que a energía se refiere.
El sector inmobiliario es uno de los que más se va a tener que acomodar. Esta semana pasada hemos tenido la fortuna de escuchar en WOF Madrid 2010, del World Office Forum, a Rod Janssen, asesor del European Council for an Energy Efficient Economy –ECEEE-. El tal organismo es una NGO –non-governmental organization- que aglutina a numerosas entidades y empresas europeas relacionadas con el ahorro de energía, entre ellas el IDAE –Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía- español y asesora y discute con los organismos de la Unión Europea sobre la legislación en este tema. Lo inmediato: la Energy Performance in Buildings Directive, o directiva sobre la eficiencia energética de los edificios, ya totalmente discutida y que se convertirá en normativa de la UE este próximo mes de junio. Deberá transponerse a la legislación española, pero sin duda nos va a llegar pronto.
De la presentación de Mr. Janssen extraigo: la base sobre lo que trabaja la UE es que la mayor parte del “stock” inmobiliario ya existe y que el nuevo desarrollo de productos, residenciales, oficinas, comercial, no hacen sino añadir o renovar entre un 1,2% y un 1,4% al stock por año. Y los edificios que ya existen suponen aproximadamente un 40% del consumo de energía y un 36% de las emisiones totales de CO2 por todos conceptos. Es por ello que la directiva insiste en la mejora de los edificios existentes, la mayoría de los cuales se prevé que estén en pie para el año 2050. Y en cuanto a los edificios de nueva planta, de todo tipo, después de la entrada en vigor de la nueva ley, para el 31 de diciembre de 2020 deberán convertirse en “nearly zero energy”. O sea que prácticamente produzcan la misma energía que consuman. Los arrendadores tendrán la obligación de exhibir y entregar a sus arrendatarios el “certificado energético” de sus inmuebles. Los equipos del edificio, bombas, ascensores, aire acondicionado, iluminación, ordenadores, motores eléctricos de todo tipo, deberán tener homologación energética.
Debemos suponer que habrá mucha discusión y que durante un tiempo vamos a chapotear con prórrogas y apaños mientras el agua nos llega a los tobillos. Pero la sensación que percibo, escuchando a los expertos, es que estamos frente a una marea de una sola dirección, de flujo sin reflujo. O empezamos pronto a hacerlos una balsa o no nos va a quedar… energía para nadar.
(la presentación completa del Sr. Rod Janssen sobre la Energy Performance in Buildings Directive puede descargarse aqui).